“La vida es un
gerundio, y no un participio. Es una cadena de sucesivas experiencias. Vivir es
haber pasado peligros” Ortega y Gasset.
Adaptarse o morir.
Es el enunciado de una ley natural; si cambia el ambiente, animales y plantas
deben adaptarse si quieren sobrevivir. En época de crisis también sucede con
nosotros. Qué mejor que la reinvención;
cambiar nuestra forma de ser para crecer como personas.
La reinvención es
la mejor forma de adaptarse a los cambios, y puede darse a cualquier edad. Forma
parte de la vida, aunque no todas las personas sean capaces ni se sientan con
fuerzas para mudar la piel. Reinventarse es seguir con nuestro propio camino,
aunque el paisaje cambie, pues hay que seguir andando. Se trata de una especie
de detonador interior que debe activarse en cada uno de nosotros, y no entiende
de edad, ni de género ni de profesión. Supone una semilla que está ahí a la
espera de brotar una, dos o infinitas veces a lo largo de nuestra existencia,
pero está en nuestra mano hacerla florecer o dejarla caer en el olvido.
Reinventarse
supone adaptarse a los cambios y siempre supone un crecimiento interior. No
podemos ver un cambio de forma de ser como algo negativo, sino como un paso más
en nuestra vida. Podemos decir que una persona ha cambiado, sí, que es
distinta, pero su auténtico ser es el mismo.
Se trata de
mejorar como personas, de potenciar nuestras fortalezas y de superar nuestras
limitaciones. Por ejemplo, de nada sirve si una persona tímida se lamenta
asegurando de que nunca podrá cambiar. En ese caso sería conveniente que busque
ejercitarse para que aflore su capacidad de comunicación y extroversión. Lo que
está claro es que con una exigencia nula no se avanza, debemos atender aspectos
de nuestra personalidad que hasta ahora habían permanecido ocultos. Es verdad
que cambios de contexto con los que vivimos actualmente –un despido colectivo,
un revés en la situación personal, un viaje al extranjero en busca de
oportunidades- plantean muchas veces la situación ideal para reinventarnos,
pues nos colocan en otro lugar, en otra posición frente al
mundo. Pero, ¿cómo
damos ese paso? Y es que muchas veces adoptar un cambio es complejo, ya que
supone abandonar una “zona de confort” hacia algo desconocido, y biológicamente
es sinónimo de amenaza de peligro. Nos enfrentamos a la incertidumbre, a la
ambigüedad, al cambio, y eso siempre da miedo. Pero merece la pena. Ya sea a
raíz de la insatisfacción inspiradora –hasta que un buen día decidimos decir
“se acabó” – o porque hemos leído o escuchado algo. La reinvención siempre está
ahí, a la espera de que nos decidamos a atraparla.
LA INTENCIÓN ES EL
PASO
Normalmente
comienza cuando alguien mira a su alrededor y se dice a sí mismo: “Esto no
funciona, no soy feliz”. ¿Cuál es el siguiente paso tras la revelación? La
intención. La intención es la rueda que hace girar el resto. Pregúntate a ti
mismo: “¿Qué quiero crear en mi vida?”
“¿Dónde quiero estar?” “¿En qué soy bueno?” “¿Qué me haría sentirme
útil?”. Y Las respuestas irán poco a
poco dibujando una nueva puerta, y, con ella, la intención cobrará forma. No
hace falta que sepas de entrada muy bien el cómo, porque para acelerar y
mejorar debes reflexionar primero y estar pausado. En este proceso necesitarás
confianza. Según el profesor y psiquiatra Luís Rojas Marcos: “Quienes cambian
suelen ser personas optimistas, que esperan lograr lo que se proponen o que
utilizan los éxitos del pasado para aumentar su seguridad. Quienes se
reinventan suelen ser también aquellos que localizan el control de su vida
dentro de ellos mismos, los que piensan –“Yo puedo hacer algo y tengo cierto
control”-. Lo opuesto a la gente que dice –“Que se lo que Dios quiera”- ”.
Si nos remitimos a
la neurociencia, esta afirma que la formación de nuevas conexiones entre
neuronas es un proceso que se da a lo largo de toda la vida. El cerebro es
plástico. Por eso, reinventarse también es posible para personas mayores de 55
años, por ejemplo. La cada vez mayor esperanza de vida lo permite y lo fomenta.
Los tiempos ya no son lo que eran. Estudiar una carrera y dedicar 40 años a la
misma empresa ya no es la única opción. Tenemos tiempo de realizarnos de
multitud de formas y de vivir varias vidas. Precisamente, la transformación a
través de las etapas vitales es condición esencial para nuestro proceso humano.
Vivimos más, por lo que es intrínseco a nuestra naturaleza adaptarnos y
cambiar.
A medida que nos hacemos mayores aumenta nuestra experiencia y
sabiduría, pero también las limitaciones físicas e intelectuales que tenemos,
lo que nos lleva a reinventarnos. Una de las mejores formas en este caso es
emprender. Un nuevo proyecto propio siempre viene cargado de ilusión y aporta “sentido de dirección”. Ha quedado
demostrado que con entusiasmo, alegría, confianza y esperanza mejoran la
inteligencia, la creatividad y las capacidades de análisis, memoria y
aprendizaje.
Reinventarse
supone pues un cambio radical en la mentalidad. Porque en la vida las cosas no
suceden con deseos únicamente, sino con inversiones. El futuro siempre es algo
por hacer, y no nos lo puede solucionar otra persona. Pasar d víctima a
protagonista está en nuestra mano.
Ariane Basaguren, Psychologies
Magazine.