No te está sucediendo solo a ti.
Las relaciones de
pareja están en crisis. ¿Eres de los/las que piensas: “Oh Dios mío, ¿qué nos pasa a mí y a mi pareja? ¡Todo el
mundo parece llevarlo bien menos nosotros!”? Si es así, estás equivocado/a.
Todos los demás tampoco lo llevan bien. La mayoría de las parejas terminan
separándose o divorciándose y cada día más gente ni tan siquiera contempla la
posibilidad del matrimonio. Así que no solamente sois tú y tu pareja quienes
tenéis problemas: todos tenemos.
A raíz de esto surge
una pregunta muy interesante: si las relaciones están en crisis a un nivel
cultural, ¿nuestras dificultades se explican porque llevamos mucha carga
personal del pasado, o tendría que ver con la manera en que las relaciones
personales sí están evolucionando en nuestra cultura? ¿Podemos afirmar que esta
crisis es consecuencia de nuestros traumas de la infancia? ¿Millones de
nosotros estamos tan desequilibrados que no somos capaces de mantener
relaciones saludables o duraderas? ¿O es que está sucediendo algo cultural y
colectivo en este momento específico en la historia de la humanidad que hace
que las relaciones sean especialmente difíciles?
Estamos todos
involucrados en un desarrollo cultural que es muy doloroso pero también
positivo y necesario, y que una vez se desvele toda la panorámica nos daremos
cuenta de lo similares que son todas las relaciones de pareja y también cuán
similares son nuestras luchas y dificultades. Para muchas personas darse cuenta
de esto no es solamente consolador, sino que abre una visión expandida e
inspiradora de las relaciones íntimas.
Para simplificar, en
este artículo no hablaremos de la relación Hombre- Mujer sino de la relación
Masculino-Femenino, que ocurre también en las relaciones no heterosexuales.
La historia hasta aquí
Primero deberíamos
darnos cuenta de que ninguno de nosotros está fuera de este espacio y de este
tiempo. Todos nosotros somos hijos de la era o época en la que hemos nacido y
todos heredamos hábitos, suposiciones y costumbres de las generaciones que han
vivido antes que nosotros. Cambiar totalmente los prejuicios requiere
generaciones.
Entonces, ¿cuál es la
trama cultural de las relaciones de pareja en la que nos encontramos?
Para expresarlo de un
modo sencillo, digamos que hasta hace
cien años el principio fundamental por el cual se basaban las relaciones era el
“Sentido del Deber”, pero que en el último siglo se ha estado produciendo un
cambio progresivo del “Deber” al “Placer”.
Así que si antes las
parejas permanecían unidas por el “Deber” y no esperaban disfrutar de su
relación, hoy las parejas se unen con gran expectativa de ser felices y pasarlo
bien. O sea, que lo que une a una pareja ya no es el “Sentido del deber” sino el “Sentido del Placer”.
No es que hayamos
escogido estas expectativas. Durante la adolescencia no pensamos: “Personalmente creo que el “Modelo
del Deber” está caducado y me inclino por el “Modelo del Placer”. No,
simplemente recogemos ideas y actitudes que están “en el aire” de la cultura
que nos rodea. Cuando miramos a nuestro alrededor vemos que el ideal moderno de
relación no es el de permanecer juntos a pesar de todo, sino el de estar
continuamente enamorado, el de sentirse continuamente apasionado y sexualmente
atraído el uno por el otro y así disfrutar de la vida juntos. Automáticamente
abordamos nuestras relaciones con estas expectativas, y cuando estas no se
cumplen hay dolor, hay sufrimiento.
Cuando termina la fase
“Luna de Miel” (a los seis meses, al año, tal vez tres años) nos sentimos
desilusionados. Cuando irrumpe el dolor, nos desmoronamos. No es lo que
esperábamos, no es lo que habíamos proyectado. Y decimos: “Hay algo que no
funciona en esta relación; ahora veo que
no estamos hecho el uno para el otro. Buscaré a otra persona, alguien con quien
pueda compartir más placer y menos dolor”.
Niños buenos y mamás enfadadas
Pero el modelo del
placer no es el único problema. Hay otro. Desde hace más o menos cien años las
mujeres se han estado sublevando y han estado rechazando ser dominadas por
hombres emocionalmente ausentes, inmaduros, arrogantes y a menudo físicamente
abusivos. ¿Es esto un problema? No, no en sí mismo. Pero a medida que los
hombres se van dando cuenta de la validez de las quejas de las mujeres y se
hacen cargo de la demanda de que deben crecer emocionalmente caen en un estado
de confusión y desánimo. Y la combinación de mujeres enfadadas reclamando su
poder y hombres despojados de la autoridad intentando ser sensibles en una
situación muy problemática, especialmente si están atrapados en el “Modelo del
placer”.
Cada vez menos mujeres
están dispuestas a ser sexualmente utilizadas o a correr detrás de su hombre,
por un lado cuidándolo como a un niño y por otro buscando un supuesto
sentimiento de admiración. Cada día hay más mujeres que dicen: “No, nunca
más!”. Y los hombres, despojados de su superioridad, dejando de ser “cabezas de
familia”, retroceden para dar espacio a esta “nueva mujer”. Corren detrás de
ella, sirviéndoles tazas de té, tratando de complacerla, pero esta clase de
masculinidad débil las irrita aún más.
Mientras que antes (en
los tiempos del “Modelo del Deber”) muchas parejas interpretaban el papel del
“Papá poderoso y fuerte” y la “Niña indefensa e inútil”, hoy (en los tiempo del
Modelo del Placer) más y más parejas están atrapadas en el rol de “Mamá
enfadada-Niño bueno”. Y las mamás no quieren sexo con sus niños pequeños, lo
cual representa un ligero problema para el “Modelo del Placer”.
En la fase inicial de
“Luna de Miel” de nuestra relación nos comportamos muy bien. Pero tanto si dura
seis semanas como seis años, tarde o temprano nos estrellaremos con la roca de
“Mujer Dura-Hombre Débil” y nuestro barco naufragará.
Lo que debemos saber y
tener en cuenta es que esto es un fenómeno cultural. No ocurre solamente en tu
hogar que el hombre se siente
infinitamente criticado, no respetado y sexualmente frustrado. Miles de hombres
están viviendo y sintiendo lo mismo. Y no es solamente en tu hogar que la mujer
se siente malhumorada, impaciente, intolerante, invisible y no amada. Miles de
mujeres están sintiendo lo mismo. Es la situación cultural. Es hasta donde
hemos llegado como cultura.
Existe el mismo
escenario detrás de millones de puertas de entrada cerradas. Si fuéramos moscas
en la pared veríamos exactamente la misma discusión en millones de hogares
aconteciendo simultáneamente. Siempre empieza con algo trivial. Por ejemplo,
digamos que él ha tenido un pequeño descuido doméstico, ella se ha enfadado y
se lo menciona. Él se siente atacado inmediatamente y se defiende. “No fue
culpa mía”, protesta él, y le suelta una lista de excusas racionales. Entonces
ella se enfada, más por su actitud defensiva y su desconexión emocional que por el
incidente inicial. Así que se lo dice. Esto refuerza la sensación de ataque
inicial que él tuvo, así que empieza a defenderse con más fuerza. Ahora sí que
ella se lanza al ataque, empezando a criticarle a él, a sus amigos, su padre,
hermanos y todos los hombres, todos, por los cinco mil años de dominación
masculina y así sigue y sigue y sigue…
Las mujeres tienen una
memoria emocional que sorprende e impresiona a los hombres. En la pasión de su
furia puede sacar acontecimientos emocionales y datos que el hombres es incapaz
de recordar. Mientras ella construye su casco con infinidad de ejemplos para
probar la inmadurez y la incompetencia de su pareja (y la del género
masculino), para él es como estar delante de una metralleta sintiendo el dolor
de las heridas de metralla. Perdido y atrapado en su dolor tiende a
contraatacar, o huir, o ambos. Aquí el escenario puede variar un poco, pero
básicamente es la misma batalla que se libra en millones de hogares. Es la
disputa de la época.
En un artículo más
largo también podríamos discutir las ocasiones en que la mujer tradicional
“Mujer Débil” del “Modela del Deber” entra en batalla y se disculpa sintiéndose
culpable o asustada y reprime o minimiza su enfado. Igualmente hay veces en que
el tradicional “Hombre Duro” entra en escena y amenaza a la “Mujer Débil”, o la
pega, o contempla con condescendencia su “histeria” y se marcha.
Esta clase de comportamiento está muy arraigado en nuestra psique y en
nuestro ADN, como resultado de cinco mil años de patriarcado, y forma parte de
la disputa de la época.
También podríamos
discutir las secuelas, y como el dolor acumulado en estas peleas lleva a la
separación. Pero el punto principal de este artículo es insistir realmente en
que nuestras relaciones no son tan diferentes como imaginamos y en que estamos
todos juntos y atados al mismo patrón cultural, con las mismas dificultades y
los mismos retos.
Modelos en el mercado
Cuando las parejas
empiezan a comprender la verdad de todo esto, sus relaciones a menudo se
transforman. Puede ser una revelación para ellas. Cuando trabajamos con grupos
de parejas y cada pareja escucha a las demás se dan cuenta de que las historias
se repiten una vez tras otra, y otra, cada cual se dice a sí mismo: “No estamos
solos, no solamente somos nosotros; otras parejas están recreando exactamente
el mismo escenario que nosotros. ¡Esto
es fascinante y nos da muchísimas esperanzas!” Y entonces, una vez alcanzada
esta perspectiva colectiva cultural más amplia, tendremos que poner atención en
dos áreas: nuestromodelo de ralación y nuestro desarrollo más allá de la Mujer
Dura/Mujer Débil y Hombre Débil/Hombre
Duro. Como veremos, estas dos áreas son inseparables.
El “Modelo del Placer”
es inadecuado porque, como seguramente habrás notado, las relaciones comportan
dolor. Tampoco podemos volver al “Modelo del Deber”. Los otros modelos en el
“mercado” son el “Modelo del Crecimiento Personal” y el “Modelo Neo-Tántrico”.
En el “Modelo del Crecimiento Personal” cada individuo trabaja afanosamente sus propios conflictos
con la esperanza de que cada uno llegue a ser consciente de sí mismo. Así habrá
menos reproche y una comunicación más clara. Y con un poco de suerte será así.
El problema con el
“Modelo del Crecimiento Personal” es que no está enraizado en una comprensión
cultural. No se tienen en cuenta las diferentes historias de desarrollo
evolutivo de hombres y mujeres. Suele ser un camino “unisex” en el cual cada
individuo es considerado más como un humano que como hombre o mujer. Y como
ambos se dedican a trabajar sus propias cargas personales día tras día, gradualmente
la relación se vuelve aburrida, pesada y asexual. En cualquier caso, las
estadísticas de separación de los “Trabajadores de Crecimiento Personal” son
tan malas o más que las del modelo de los “Buscadores de Placer”.
El Modelo Neo-Tántrico
es básicamente una combinación de los dos previos. Intenta conjugar crecimiento
y placer. Pero a menos que se resuelva el patrón cultural subyacente, por mucho
sexo espiritual que haya en la relación. La tensión entre la “Mujer Dura” y el “Hombre Débil” permanecerá. Y
eventualmente su dolor destruirá su felicidad Neo-Tántrica. De todas maneras,
de nuevo, las estadísticas hablan por sí mismas.
¿Qué hacemos entonces?
¿No hay un modelo que pueda resolver este dilema cultural?
El “Modelo Arquetípico”
Si empezamos con la
pregunta “¿qué difuminaría la disputa de
la época?”, la respuesta parece obvia: para los hombres sería dejar de
defenderse con su mente. Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Por qué?
Pues porque lo que dicen las mujeres es muy doloroso, pero por encima de todo,
y aunque lo digan de una manera distorsionada, en esencia es cierto.
Cuando las mujeres
dicen que los hombres han sido culturalmente condicionados a sentirse
superiores, y superficiales tanto a nivel sexual como emocional, y que han hecho
un mal uso de su poder, lo expresan desde la verdad de su corazón.
Para los hombres,
darse cuenta de que su pareja es el mejor espejo que jamás van a encontrar y
ver que en realidad ella es su aliada y no su enemiga, requiere un trabajo personal muy fuerte. En
otras palabras, los hombres tienen que ir más allá de la debilidad que
reemplazó a la dureza machista anterior. Y no hay bastante con decir:
“Tenemos que recuperar un poco la dureza
que dejamos atrás.”
Esto es verdad, pero
para un hombre es necesario, además de eso, abrirse al dolor y al la rabia de
la mujer. Se requiere del hombre un compromiso con la verdad y que no se deje
llevar por el Ego. Tiene que establecer un compromiso consigo mismo para
alcanzar el máximo potencial como hombre. Ha de adoptar un compromiso con la
propia masculinidad. Y mientras este compromiso va madurando esto permite a los
hombres reencontrarse con las mujeres de una nueva forma.
Cuando el hombre no se
defiende, la “Mujer Dura” se ablanda. ¿Acaso vuelve a ser la niñita sumisa que
después progresó hasta la “Mujer Dura”? Esperemos que no, porque esto sería una
regresión. Si la “Mujer Dura” se ablanda, sin dejar de lado el poder tan
arduamente conquistado, también accederá a un nuevo nivel de compromiso consigo
misma. La voluntad de él de abrazar la verdad que ella siente en su corazón la
reafirma.
En pocas palabras:
ambos reconocen lo que ella sentía, aunque mal expresado, ha sido siempre
cierto. Gradualmente ella se va sintiendo más segura y confiada en la
percepción de su corazón.
Pero ¿qué significa
para un hombre “no defenderse”? ¿Es solamente decir “Sí querida, te estoy escuchando, que horrible debe de haber sido todo
esto para ti, querida”? No; no defenderse de una mujer significa ser
penetrado por una visión del corazón de ella. Lo cual causa mucho dolor.
Significa permanecer juntos en el dolor de su corazón sin tratar de cambiarlo.
Cuando un hombre permite ser penetrado de esta manera será capaz de penetrar
también. En la medida que el da la bienvenida a ella a su interior ella le dará
la bienvenida a él.
Yo veo esto suceder en
las vidas de parejas con las que trabajamos. Lo llamamos el “Modelo Arquetípico” de relación, porque
cuando el “Hombre Débil” recupera su poder y va madurando hasta llegar a su
plena masculinidad, la “Mujer Dura” también recobra su ternura y madura hasta
llegar a su plena feminidad. Entonces se produce un “Encuentro Arquetípico”.
Asistimos al encuentro de un “Hombre” y una “Mujer”, el encuentro de lo
“Femenino” y lo “Masculino”, abiertos el uno al otro, pero sin negar su propio
poder.
Permaneciendo
predominantemente masculino, él se abre a su propia feminidad abriéndose a
ella, mientras que ella, permaneciendo femenina, se abre también a su propia
masculinidad al abrirse a él. Ambos encuentran su compleción y tiene lugar un
Gran Encuentro Arquetípico a través de dos minúsculos seres humanos. Es algo
exquisito, pero no se trata de un arreglo rápido, sino de un intenso viaje
compartido. Es precioso ver a las parejas compartiendo el sentido de su relación
como un viaje. Un viaje en el cual el desarrollo de la masculinidad del hombre
está apoyando el desarrollo de la feminidad de la mujer, y viceversa.
Es precioso e inspira
un gran respeto ver a los miembros de una pareja sintiéndose aliados, apoyándose
y reforzándose mutuamente. Lo que se manifiesta
entre un Masculino y un Femenino
potenciados es impresionante. Y justamente ese potencial grandioso es el que
estalla de forma tan dolorosa, tan repetitivamente y tan inconscientemente en
los millones de disputas entre parejas que tienen lugar en nuestra época.
Marc Josephs-Serra